Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas con la etiqueta cosmos

Anhedonia

  Del griego ἀν-: an- ‘falta de’ y ἡδονή: hedoné ‘placer’ es la incapacidad para experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades. Se considera una falta de reactividad a los estímulos habitualmente placenteros. Constituye uno de los síntomas o indicadores más claros de depresión, aunque puede estar presente en otros trastornos, como por ejemplo, en algunos casos de demencias, trastornos psicóticos y el trastorno esquizoide de la personalidad. La ausencia de dopamina en el cerebro causa anhedonia.   Perdido más allá de cualquier frontera que creí cruzar, sobreviví a todo lo que me causaba miedo y a todo lo que pensé incierto, todas las arenas movedizas, todos los pantanos de desesperanza, los enemigos, adversidad y todos mis reductos melodramáticos del bien contra el mal.   He de confesar que estoy decepcionado de esa vieja y conocida enemiga llamada: vida; aunque ninguno saldremos vivos de ella ciertamente esperaba

Ese lugar...

¿Recuerdas ese lugar? Ese que te conté, ese que te narré al oido cuando nadie nos veía, ese que te regale con una rosa de papel, con mi cara de asustado, con tus ojos siendo el faro de mi obscuridad. ¿Ya no lo recuerdas? Déjame refrescar tu memoria: tu serías Reina, yo tu Héroe por siempre, sin renglones torcidos, sin extravíos, sin perder el rumbo. En las fronteras del horizonte, junto a las colinas de gomitas, justo cerca de pilfur, lejos de los respectivos dragones que asolan la realidad en estos días. Un lugar descubierto en las aventuras temerarias por tu piel, en el cuento llamado “El Naufrago de tus Piernas” mapeado por Marco Polo, catalogado por Humboldt, diseñado por Leonardo. Donde nadie nos vencería, donde la única moneda de cambio entre tu y yo serían besos, donde el viento sólo existe para acariciar tu pelo, donde tu aliento puede impulsar el navio de mi vida, donde te haga caldo de pollo cuando tengas gripa, donde te diga “hey te puedo ayudar?” donde una noche de frio sea

Pancracio

Pancracio se desparrama por su sillón, levanta una oreja tratando de entender el ruido que hago, abre un ojo, prefiere hacer otra cosa, abre los dos y observa lo que ningún humano puede ver, se levanta y automáticamente se vuelve majestuoso, mira a la ventana con desdeño como si los rayos del sol no fueran tributo suficiente para merecer su atención. Lo veo a los ojos, me devuelve la mirada y estoy totalmente seguro que él sabe mucho más del universo, que yo, que Stephen Hawking, que la NASA; luego con su lengua limpia su mano y talla sus ojos; no me lo dirá, no me dirá nada, ni un maullido de verdad universal. Baja al suelo, se regodea, prueba sus músculos, camina evocando a sus primos superiores, como un león, come algo, bebe agua chapoteando. Retorna con ese mismo aire de felino místico, toma altura como si lo jalaran hilos mágicos jalados por hadas, con añeja gracia, con perfección animal, me lanza una mirada más, me presume cuanto sabe del todo, camina sobre sus huellas y se