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Anhedonia

 

Del griego ἀν-: an- ‘falta de’ y ἡδονή: hedoné ‘placer’ es la incapacidad para experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades. Se considera una falta de reactividad a los estímulos habitualmente placenteros. Constituye uno de los síntomas o indicadores más claros de depresión, aunque puede estar presente en otros trastornos, como por ejemplo, en algunos casos de demencias, trastornos psicóticos y el trastorno esquizoide de la personalidad. La ausencia de dopamina en el cerebro causa anhedonia.

 

Perdido más allá de cualquier frontera que creí cruzar,

sobreviví a todo lo que me causaba miedo

y a todo lo que pensé incierto,

todas las arenas movedizas,

todos los pantanos de desesperanza,

los enemigos,

adversidad

y todos mis reductos melodramáticos

del bien contra el mal.

 

He de confesar que estoy decepcionado

de esa vieja y conocida enemiga

llamada: vida;

aunque ninguno saldremos vivos de ella

ciertamente esperaba más de

sus estratagemas maquiavélicas,

El Juego se volvió repetitivo con el tiempo

y ya ni siquiera recuerdo el premio prometido.

 

Ella…

ella es un fantasma difuso,

un Frankenstein hecho de mis imagos,

de los momentos que no viví

y que tengo clavados en la espalda

como una nostalgia incomprensible.

No tiene voz, pero conozco sus gustos y caprichos,

no tiene opinión, pero arquea las cejas en desaprobación

de esta Anhedonia en la que me condene a mi mismo.

No tiene piel, pero me hace sentir frio en su ausencia por las noches;

no tiene rostro, pero la reconozco de cuando en cuando en una desconocida;

no pasa las tardes de domingo conmigo, pero está chingadamente presente en ellas, es ineludible, es inexorable.

No debería tener mis letras, pero aparentemente es quien mueve su cabello y las provoca en ventiscas que arrancan la piel.

No sé donde está, pero de algún enfermizo modo,

de alguna retorcida forma,

de una desesperada manera,

de un desesperanzado talante

sé,

creo,

tengo fe,

deseo,

ruego,

necesito

existes.

 

Me queda una bodega llena de odios atroces,

narraciones detalladas de todo cuanto ha infringido mi código,

después de bendecir al amanecer

maldigo sus rostros,

pero ni siquiera recuerdo el orden correcto,

a veces son ellos

a veces son aquellas.

 

Maldito momento para llegarme la paz

cuando aún tengo ganas de pelear

aunque simplemente ya no le encuentro el sentido:

estoy cansado de pelear contra las cosas que no entiendo…

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