¿Te ayudo a enamorarte de ti?
¿Te ayudo a entender los estragos que haces en mi mente?
En verdad sería útil que pudiera ayudarte a que compartieras mi espacio, mientras te abrazo y vemos la tarde convertirse en noche.
En verdad me es indispensable dejar de pasar noches sin escuchar tu respiración, sin deletrearte al oído cuanto te amo hasta que concilies el sueño.
Y entonces entras en esa tienda de antigüedades donde se exhiben las armas de mis días más obscuros, los vestigios de mis batallas más cruentas, de mis atardeceres más extraviados, de ese repertorio de sensaciones que amontone en una bodega para nunca tener que volver a verlas.
Y soplas con esa manera tuya tan tuya, levantando una capa de polvo de esas sensaciones; esas que me hacen lento, esas que me hacen soñador; esas que me hacen reír sin que nadie sepa el motivo; esas que me hacen entender la letra de todas esas canciones que regularmente detesto.
Cruza por mi mente esta idea de apostar lo que queda de mi por ti, de arrancar una revolución incontrolable que haga sacudir el suelo donde estamos parados. Quiero ser tu héroe, quiero ser tu guerrero y todo lo que necesito en una noche como esta para que eso suceda es una pizca de fe no más grande que un grano de sal, no tiene más letras que un “te amo”.
Quiero tener una historia contigo, quiero escribirla sin saber las posibilidades y jurar que estas pueden ser infinitas. Mi siguiente acto de pretensión y soberbia será invocarte por las noches porque quiero creer que te puedo merecer.