Dolor intransigente, inamovible, lárgate de mi, déjame por la paz y en la dualidad que soy te invocaré cada noche.
¿Cómo diablos se pretende que te olvide? Pasas cada día conmigo, al amanecer apareces al levantarme y usurpas la primera idea del día, después cada calle, cada canción, en lo que desayuno, en lo que ceno, en lo que veo, en lo que es mío y suelo perder, en el antes y el después, en cada beso ajeno y en la felicidad que no poseo, por las noches arremetes con más fuerza y me llevas a correr sin fin por caminos inmemoriales para morir al pie de tu morada, lárgate pues de mi y déjame descansar o juremos nuestro amor eternamente, sólo te advierto algo, de seguir en ese estúpido talante tuyo, no esperes de mi nunca más sino la dulce alevosía de mi oneroso odio.
Endiablada soledad que aplasta a mi ser, en prometida revancha en venganza cortada y muerta al contacto, que amarra la vida desatado al dolor.
Abrázame Alma mía, no dejes mi ser a la deriva en esta noche dolorosa, menospreciaré mi herida sangrante, me aferraré a un día que aún no llega y seré el espíritu libre del ayer, seré el vagabundo errante que fui para no dejar de ser, seré un terreno baldío, mi amor será de muchas pero mi corazón no volverá a ser nadie, pues de quien pude ser me dejo libre sin saber lo que tenía.
Soy el poeta de nadie, el soñador del mundo, héroe y guerrero, que se hable de mi como aquel del corazón sin dueño.
En cada suspiro me arranco los pulmones, tengo hecha trizas el alma, la noche cae sobre mi como una tormenta de cuchillos, mi aliento cae desgarrado a los pies del dolor y yo no encuentro manera de escapar.