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En otra dimensión

En otro mundo

Me pregunto si en otro universo estaba yo sentado en algún lado tomando un café cuando llegaste, perfecta, pura, llena de dicha, inmaculada a mis deseos, privada de mi obscuridad.

En otro mundo nos encontramos a la primera desde pequeños en el kindergarten fuimos una historia segura sin sobresaltos.

En otro mundo estuvimos en una guerra en bandos contrarios, arrastrados por las trincheras, en el hedor de la muerte, simples engranes de una máquina de muerte y devastación, y justo al estar en la mira cada uno del otro caímos perfectamente en el amor y nos disparamos mutuamente.

En otro mundo si te encontré, te vi subir al tranvía, supe eras tu, cada una de mis células lo grito a los cuatro vientos, corrí, me tropecé, me esforcé por alcanzarte y al llegar a la siguiente parada me sonreíste y nos besamos sin más lugar a duda.

En otro mundo nos sentamos juntos en el camión, tu comías una manzana e ibas de rojo con pantalón azul, te recogiste el pelo con un prendedor, mirabas tu teléfono y denostabas ese aire de desorden que me hizo amarte hasta que fuimos viejos. Comías una manzana roja con sonoras mordidas que se volvían besos y con precisión y atención al detalle la volviste un pequeño hueso.

En otro mundo tu me encontraste perdido en la noche, llovía a cántaros, no veía más allá de mi nariz y el sonido de la lluvia era tal que no podía escuchar mis pensamientos, y ahí estabas tu, bajo una sombrilla blanca de puntos rosas, cuando te pregunte dónde estaba con acierto cínico replicaste: bajo la lluvia.

En otro mundo nos conocimos ya viejos, entrados en la tercera parte del siglo, con ganas de pocas cosas, yo con una rodilla que rechinaba y tu con problemas de la espalda, yo con poco cabello, tu con todo el plateado. Lo mejor de nuestra vida llego al final y no nos juzgo sobre nuestros actos previos.

En otro mundo estábamos con alguien más en un mundo donde el destino llego temprano y el destino tarde, no voy a contar en tres renglones cuanto sufrimos y cuantas vidas trastocamos al final para estar juntos, aunque tuvimos que perder todo incluso lo que llamábamos hogar, terminamos viviendo en una choza a unos pasos del mar demostrando al mundo que todo es posible.

En otro mundo yo era ciego y tu sorda, fue en una panadería, tratando de tomar la misma pieza dulce, fue cuando nuestras manos se tocaron que empezó el amor, yo nunca vi tus señas ni los atardeceres que me llevabas a ver, tu nunca escuchaste mis rimas que te decía en esos atardeceres pero fuimos ciertamente perfectos, comunicados en el lenguaje de la piel, conocidos en el mundo de las ideas, amantes del mundo de las sensaciones donde yo no escuchaba y tu no veías.

En otro mundo éramos internos del mismo manicomio nos daban las mismas píldoritas rojas, pero a ti e daban moradas y a mi azules. A mi terapia de electro convulsión y a ti gasoterapia. Pero al medio día compartíamos la luz de sol que entraba a la sala común. Recargabas tu cabeza en mi hombro y me decías sobre las violetas moradas que te hablaban y yo sabía que nos amábamos con locura.

En otro mundo eres una flor y yo un árbol, te tapo con mi sombra de la lluvia torrencial y tu adornas mi mirada.

En otro mundo soy un gato de arrabales y tu una persa de mansión, nos vemos por la ventana, dos o tres veces me rugiste, tres o cuatro me ronroneaste. Tus dueños me llevaron lejos para que ya no te viera, pero yo regrese por instinto y acabaron por adoptarme, no me gusto que me quitaran las pulgas, ni que me bañarán, ni la falta de libertad, pero el resto de nuestras vidas durmiendo juntos frente a una chimenea bien lo vale.

Y en este mundo soy ajeno de ti, te espero en cualquier café, en cada autobús, bajo cada árbol, en cada guerra, en cada lluvia, te buscaré en cada asilo al que me manden y en el manicomio en el que acabe mis días. En cada mirada, humana y felina, en cada sonido, en cada sentencia y en cada palabra esdrújula, este universo es el balance y la excepción de lo que somos en otros sueños y nunca seremos en este.

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