Voy a honrar mis promesas hechas sobre tu piel,
las mismas que confabule
entre tonterías y bajezas,
entre poesías desesperadas
y respuestas iracundas,
no me digas,
no me creas que al final de este día no sabes quien soy,
un día te escribí
un Verso Impecable.
Ya sea siendo tu poeta
y tu mi musa;
ya sea siendo tu héroe
y tu mi damisela en peligro;
ya sea siendo tu red
y tu la trapecista;
ya sea siendo tu mecenas
y tu la artista;
ya sea siendo tu hombre
y tu mi mujer;
ya sea siendo tu fuga
y tu mi realidad.
Aquí estamos de nuevo y al final,
con tantas promesas rotas,
con la piel resquebrajada,
con los ojos cansados,
con la historia incierta de cada ocaso,
con el deseo absurdo de esa historia
que yo arme contigo en el papel principal,
lo creí con fervor religioso,
tanto que un día,
así como hoy
te escribí un Verso Impecable en la piel.
No le he tenido miedo a nada,
te consta,
te consta que fui al fin del mundo,
te consta que desafíe a la muerte,
te consta que me bebí cada copa de tinto,
que arranque cada rosa,
que saboree cada beso,
que mendigué cada caricia,
que me harte del sexo,
que me volví loco con el mismo;
que cuando en mis manos estuvo tu destino
te sentiste segura
cuando escuchaste mi Verso Impecable.
No he perdido el toque trágico de mis letras,
ni la algarabía de recordar todos esos retazos de piel
que conforman algo parecido a lo que yo busqué
desde el principio,
mi idea perfecta,
mi muñeca sin huesos,
mi princesa sin defectos,
mi canción de amor ideal,
mi Verso Impecable,
mi leyenda.
¿Merezco mi propia historia?
¿Después de todo?
¿Acaso fui tan malo?
Merezco mi redención,
merezco mis noches tranquilas
sin una muñeca perfecta
atentando contra mis sentidos
como un huracán destruyendo el paraíso.
Le estoy preparando algo al destino,
algo que no espera de mi en un millón de años,
un desafío lanzado al aire,
que empequeñece mis logros,
que engrandece mi historia,
al final,
parece que merecí
un Verso Impecable
y un final
que es al mismo tiempo
un principio.
las mismas que confabule
entre tonterías y bajezas,
entre poesías desesperadas
y respuestas iracundas,
no me digas,
no me creas que al final de este día no sabes quien soy,
un día te escribí
un Verso Impecable.
Ya sea siendo tu poeta
y tu mi musa;
ya sea siendo tu héroe
y tu mi damisela en peligro;
ya sea siendo tu red
y tu la trapecista;
ya sea siendo tu mecenas
y tu la artista;
ya sea siendo tu hombre
y tu mi mujer;
ya sea siendo tu fuga
y tu mi realidad.
Aquí estamos de nuevo y al final,
con tantas promesas rotas,
con la piel resquebrajada,
con los ojos cansados,
con la historia incierta de cada ocaso,
con el deseo absurdo de esa historia
que yo arme contigo en el papel principal,
lo creí con fervor religioso,
tanto que un día,
así como hoy
te escribí un Verso Impecable en la piel.
No le he tenido miedo a nada,
te consta,
te consta que fui al fin del mundo,
te consta que desafíe a la muerte,
te consta que me bebí cada copa de tinto,
que arranque cada rosa,
que saboree cada beso,
que mendigué cada caricia,
que me harte del sexo,
que me volví loco con el mismo;
que cuando en mis manos estuvo tu destino
te sentiste segura
cuando escuchaste mi Verso Impecable.
No he perdido el toque trágico de mis letras,
ni la algarabía de recordar todos esos retazos de piel
que conforman algo parecido a lo que yo busqué
desde el principio,
mi idea perfecta,
mi muñeca sin huesos,
mi princesa sin defectos,
mi canción de amor ideal,
mi Verso Impecable,
mi leyenda.
¿Merezco mi propia historia?
¿Después de todo?
¿Acaso fui tan malo?
Merezco mi redención,
merezco mis noches tranquilas
sin una muñeca perfecta
atentando contra mis sentidos
como un huracán destruyendo el paraíso.
Le estoy preparando algo al destino,
algo que no espera de mi en un millón de años,
un desafío lanzado al aire,
que empequeñece mis logros,
que engrandece mi historia,
al final,
parece que merecí
un Verso Impecable
y un final
que es al mismo tiempo
un principio.