No Recuerdo
No la recuerdo cada día...
la tengo escondida bajo mis cicatrices,
la tengo enjaulada en el óxido de mi vida, en lo tóxico de mis desplantes,
la tengo en una caja de silencio a la que se le doblan los barrotes.
No la recuerdo cada día,
hasta que tomo el primer café y ese amargo me sabe a su ausencia,
hasta que me encuentro la caja de Amelie sobre el DVD y recuerdo sus malos días,
hasta que tengo que escribir una nota y al tener la pluma en mi mano recuerdo que no puedo sino escribir de lo que me duele y me lastimo, y había días en los que escribía de la mosca que pasaba sin tener que inyectarme navajas en las venas.
No la recuerdo cada día,
ni porque este en 1,000 canciones del Ipod,
ni porque no tengo la fuerza para darle suprimir a sus fotos,
ni porque la tengo en el celular con otro nombre... ¡Ja! Como si fuera hablar algún día,
si el infierno se ha de congelar
y el mundo se ha de terminar
solamente en ese día puede que quisiera contestar
algo más que silencio.
No la recuerdo porque lo quiera,
la recuerdo porque así me recuerdo mi propia mortalidad,
los límites que ya no tengo,
las vendettas que aún debo,
las cosas que no perdono,
las cosas que odio,
las letras que aún relego a mis días sin sol para poder respirar,
y la tinta que me sangra por las venas con ese sabor a hiel tan familiar,
tan mío.
A menudo me pregunto quién sería yo sin esos días catastróficos,
a menudo maldigo el día en que se cruzo en mi camino,
a menudo cuestiono mis decisiones, mis sacrificios y mis promesas,
a menudo creo que yo sería alguien mejor sin ella,
pero yo soy como soy para ella,
para esa ilusión intangible que construí sobre sus miserables huesos,
con esa magia que pinte con mis ojos sobre su mirada vacía,
esas bendiciones que regué sobre sus pasos sin consecuencias.
No voy a decir que le deseo todo lo bueno que me viene a la mente,
realmente es todo lo contrarío,
quiero desolación en su camino,
quiero lepra en sus labios para que no bese a nadie más,
quiero que se quede muda para que no diga una palabra más,
quiero que le saquen los ojos los cuervos y que no mire a nadie más,
quiero un taladro en su cabeza con mi nombre escrito en él,
quiero que sus manos se vuelvan ásperas,
quiero que se marchite en un otoño de 100 años,
quiero que se vuelva sepia,
quiero que caiga por la escalera donde me lanzo y que no haya nadie que escuche sus gritos,
quiero que Dios nunca le arregle las rodillas
y así, siendo una piltrafa,
siendo un costal de la basura que lleva dentro
quiero desconocerla para siempre.
No la recuerdo... mucho
No la recuerdo cada día...
la tengo escondida bajo mis cicatrices,
la tengo enjaulada en el óxido de mi vida, en lo tóxico de mis desplantes,
la tengo en una caja de silencio a la que se le doblan los barrotes.
No la recuerdo cada día,
hasta que tomo el primer café y ese amargo me sabe a su ausencia,
hasta que me encuentro la caja de Amelie sobre el DVD y recuerdo sus malos días,
hasta que tengo que escribir una nota y al tener la pluma en mi mano recuerdo que no puedo sino escribir de lo que me duele y me lastimo, y había días en los que escribía de la mosca que pasaba sin tener que inyectarme navajas en las venas.
No la recuerdo cada día,
ni porque este en 1,000 canciones del Ipod,
ni porque no tengo la fuerza para darle suprimir a sus fotos,
ni porque la tengo en el celular con otro nombre... ¡Ja! Como si fuera hablar algún día,
si el infierno se ha de congelar
y el mundo se ha de terminar
solamente en ese día puede que quisiera contestar
algo más que silencio.
No la recuerdo porque lo quiera,
la recuerdo porque así me recuerdo mi propia mortalidad,
los límites que ya no tengo,
las vendettas que aún debo,
las cosas que no perdono,
las cosas que odio,
las letras que aún relego a mis días sin sol para poder respirar,
y la tinta que me sangra por las venas con ese sabor a hiel tan familiar,
tan mío.
A menudo me pregunto quién sería yo sin esos días catastróficos,
a menudo maldigo el día en que se cruzo en mi camino,
a menudo cuestiono mis decisiones, mis sacrificios y mis promesas,
a menudo creo que yo sería alguien mejor sin ella,
pero yo soy como soy para ella,
para esa ilusión intangible que construí sobre sus miserables huesos,
con esa magia que pinte con mis ojos sobre su mirada vacía,
esas bendiciones que regué sobre sus pasos sin consecuencias.
No voy a decir que le deseo todo lo bueno que me viene a la mente,
realmente es todo lo contrarío,
quiero desolación en su camino,
quiero lepra en sus labios para que no bese a nadie más,
quiero que se quede muda para que no diga una palabra más,
quiero que le saquen los ojos los cuervos y que no mire a nadie más,
quiero un taladro en su cabeza con mi nombre escrito en él,
quiero que sus manos se vuelvan ásperas,
quiero que se marchite en un otoño de 100 años,
quiero que se vuelva sepia,
quiero que caiga por la escalera donde me lanzo y que no haya nadie que escuche sus gritos,
quiero que Dios nunca le arregle las rodillas
y así, siendo una piltrafa,
siendo un costal de la basura que lleva dentro
quiero desconocerla para siempre.
No la recuerdo... mucho