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¡Va la puerta!



    El convoy llego a una curva de 200 kilómetros por hora cuando rozaba los 230, a consecuencia los vagones se sacudieron bruscamente y  se escucho un fuerte chirrido metálico cuando los rodamientos magnéticos fueron raspando contra el piso sacando chispas que iluminaron con destellos de luz la obscuridad del túnel. Nadie pareció inmutarse, la gente que iba dormida simplemente sacudió su cabeza rítmicamente, una personas que dormía en el suelo debajo de las bancas se golpeo contra un tubo sonoramente, se llevo las manos a la cabeza para apaciguar un poco el dolor y trato de conciliar el sueño nuevamente.
    El Metro 10-07 recorría sin grandes contratiempos el subsuelo con rumbo a la Ciudad de México, la linea Azul Cobalto Metálico 1 viaja de las minas de Zacatecas a la capital del país en un viaje de cuarenta y cinco minutos, a una profundidad promedio de seis kilómetros y una máxima de diez en algunos tramos. La mayor parte del recorrido es un poco ajetreado pero no muy problemático, la ruta plagada de curvas obedecen a formaciones rocosas que no pueden ser perforadas por los taladros de iones que se usan en la actualidad y tienen que ser rodeadas. No hay cruces con mantos freáticos de relevancia, ni con corrientes de magma activas. El recorrido original constaba de unas noventa estaciones que unían cientos de pequeñas poblaciones a lo largo del territorio, hoy en día solamente se usan sesenta, el abandono obedece a poblaciones que han desaparecido por migraciones o desastres naturales y a otras más que simplemente tienen un nivel percapita tan bajo que simplemente nadie jamás compraba un boleto y mucho menos a nadie le interesaba ir a alguno de esos lugares lejanos de la civilización.
    El problema de la linea Azul Cobalto Metálico 1 empieza cuando se acerca a la Macropolis de la Ciudad de México, este mounstro de 11,970 kilómetros cuadrados donde viven al rededor de cincuenta millones de personas está plagado de estaciones que colindan con otras lineas, colonias subterráneas, drenajes, túneles de servicios y claro los ecosistemas artificiales que se han creado por todo el mundo para cosechar oxigeno y mitigar dióxido de carbono, muchos piensan que estos lagos y bosques bajo tierra fueron los orígenes de las “plagas” pero los científicos han rastreado que a principios del Siglo XX ya se hablaba de ratas del tamaño de un conejo, y cucarachas del tamaño de una rata cerca de algunos mercados públicos. Y como en México siempre somos más reactivos que preventivos, todos obviaron el problema, incluso cuando atacaron a los primeros humanos no pasaron de ser notas rojas en los medios o un trending topic de algunos días. Los vídeos de seguridad llegaban a los millones de visitas a los minutos de estar en la red, el morbo siempre vende y ver como un ser humano era comido por una especie de cucaracha de tres metros de altura era algo que seguramente pertenecía al cine de ciencia ficción.
    Fue hasta que estas ominosas criaturas empezaron a afectar la infraestructura de las estaciones y las vías que se decidió hacer algo al respecto. Dos o tres exterminadores por estación fueron suficientes en un principio, pero “ellos” no se dejaron aniquilar tan fácilmente así que evolucionaron, al cabo de unas cuantas generaciones se volvieron más mortíferos y resistentes a los métodos humanos; basta con decir que el pesticida que podría matar a una Cucaracha Reina de las que actualmente habitan los subsuelos de la Ciudad de México es más peligroso para los humanos que para los bichos e implica poner en cuarentena tramos y estaciones enteras por un par de meses. La respuesta más factible consistió en usar cada vez más exterminadores con rifles de chorros de plasma tipo Mark IV, más que suficiente para partir cualquier pedazo de escoria mutante en dos.
    Los bichos se volvieron aún más agresivos, invadieron granjas de oxigeno que al día de hoy no pueden ser recuperadas y mandamos más y más exterminadores. A pesar de ser algo cotidiano que cualquier persona que usa el Metro puede ver, la verdad es que esto ya es una pequeña guerra en contra de los insectos y roedores por conquistar el subsuelo. Las contrataciones para ser exterminador están abiertas todo el tiempo, el salario no es del todo malo, incluye una píldora de Vita al año pero en su contraparte las expectativas de vida no son muy alentadoras.
    El 10-07 es un viejo convoy Bombardier Alfa que consta de veinte vagones, los tres primeros están dispuestos para los exterminadores. No es uno de los más confortables, las bancas son frías y metálicas, los recicladores de oxigeno son de un modelo viejo que hace el aire rancio y caliente, sin embargo las modificaciones para los motines del 2040 son más que útiles ahora, la cabina del conductor está prácticamente acorazada debajo de gruesas barras de acero y rejas de meta-titanio, cada ventana del convoy tiene el mismo sistema de protección, lo cual lo hace un vehículo seguro. En cambio sufre de un desperfecto de fabricación bastante absurdo del que hablaremos más adelante.
    Tres veces al día nuevos exterminadores abordan los primeros tres vagones y se van bajando en diferentes cantidades en las estaciones urbanas relevando a otro grupo más, de tal modo que siempre hay tres escuadrones en cada estación al menos. Regularmente los mismos cuerpos de exterminadores deciden a la suerte que estación le tocará a cada escuadra. El trabajo es peligroso pero sencillo, se bajan del convoy y exterminan cualquier cosa que venga de los túneles o que salga de la ventilación, acaban con lo que encuentren evitando a toda costa que ataquen a la infraestructura y de ser posible a los pasajeros, así durante 16 horas que dura un turno, sin morir, sin ser heridos y sobre todo sin dañar al Metro.
    Algunos días son sencillos, basta con lanzar unas ráfagas de energía por los túneles obscuros para espantar a la mayoría de las alimañas; otros días cuando el oxigeno escasea en la superficie y la temperatura rebasa los 40 grados Celsius entonces las mega-cucarachas se inquietan y hay que lidiar con oleadas de insectos de 1 metro de alto durante horas y horas. Y se pone aún peor cuando viene la oleada de apareamiento de los roedores que necesitan juntar alimento para sustentar a sus camadas.
    Cristobal era un niño que encontraba curioso pisar insectos de pequeño, era su manera de interactuar con ellos, le encantaba sobretodo cuando alguna cucaracha quedaba decapitada y aún seguía caminando de pequeño jamás se imagino una cucaracha que no pudiera pisar. Así que cuando creció sintió una necesidad intrínseca de poder seguir aniquilando bichos, aunque ahora necesitará algo más que sus zapatos. Se enrolo por necesidad como Exterminador y le termino encontrando el gusto, hasta que se volvió una especie de veterano. No le molestaba tomar algunos riesgos innecesarios como bajar a las vías y abrirle paso a algún convoy a punta de chorros de plasma para después subir a la plataforma con poco espacio para cometer algún error.
    Sus compañeros de hoy eran Lucas y Edahi; el primero ya tenía algún tiempo de exterminador pero tendía a ser flojo y si le era posible prefería disparar lo menos posible su arma. Edahi era un novato, y no había más que observarlo para darse cuenta, abrazaba su rifle y balbuceaba cosas, el sudor copioso chorreaba por sus sienes y con solo las puntas de los pies apoyadas en el piso balanceaba rápidamente los talones.
    Tres exterminadores se ajustan el equipo antes de llegar a la siguiente estación. Uno de ellos, el que no lleva casco y del que nadie sabe su verdadero nombre y solo conocen como “El Rifas” se toca el antebrazo y se pellizca con fuerza, bajo la piel lleva una cápsula de meta-certonina, suena un “crack” y su torrente se inunda con la droga, su cuerpo se llena de adrenalina y su corazón corre a 180 pulsaciones por minuto, empieza a dar pequeños saltos de ansiedad y recarga el rifle cuando el convoy sale de la obscuridad y entra a la estación, se escuchan gritos y caos, todos miran hacia el frente de la estación, se escuchan como la coraza frontal se impacta con algo o con varios algo.
- ¡Va la puerta! - grito Fermín el conductor -
    El Metro había llegado a la estación de intersección Popotla, después de gritar mecánicamente presiono un botón rojo y las puertas que se abrieron como un abanico hacia el interior gradualmente, por la puerta de adelante entra un hombre con la mano sobre el ojo derecho y chorreando de sangre. Junto su compañero dispara ráfagas de plasma hacia el túnel y al ver que la puerta se abre entra de un ágil salto.
    “El Rifas” salta al mismo tiempo hacia afuera y empieza a disparar, sus dos compañeros lo siguen con un poco de distancia atrás. El ruido animal de los insectos de 2 metros de alto es ensordecedor por los diez segundos que la puerta está abierta. Entonces se cierra de un golpe de nuevo y el tren empieza a avanzar aplastando todo a su paso.
    El primero hombre que entro se sacude el polvo y se cuelga el rifle, ve a Cristobal y lo saluda afablemente.
- ¿Cómo estás hermano?
- Bien carnal ¿Qué cuentas?
- Los bichos estaban cabrones hoy, se tragaron al Miguel. Y le sacaron el ojo al José.
- ¡No chingues! Me debía una feria.
- Si hermano a mi también, creo que a todos.
- Ni pedo así es la chamba.
- ¿Cuál te toca?
- Revolución.
- Puro bicho, acabaron con las ratotas y las hicieron retroceder a la linea Rosa Mexicano Claro 1.
- Orale.

- Mejor wey, porque en la siguiente andas los Chakas de San Tadeo, esos son peores que las cucarachas.
    Edahi sigue temblando y mira al hombre que se arrastra sin un ojo. Cristobal lo nota.
- Dame chance carnal, voy a ver que onda con mi novato.
- Va hermano, a ver cuando nos echamos una Caguama.
- ¿Sintética o neta?
- ¡Pues neta cabrón! - responde con una carcajada -
    Cristobal se sienta junto a Edahi, le molesta ser paternal, pero piensa: me hubiera gustado que alguien me dijera de que se trataba. Así que respira profundo e inicia la conversación:
- ¿Es tu primera vez verdad?
- Si, si ¿Se nota? - contesta con una voz ahogada -
- No, es que nunca te había visto - pequeña mentira para hacerlo sentir mejor -
- ¿Está muy cabrona la que nos toca?
- No, no tanto ¿Que prefieres cucas o ratas?
- No, no sé.
- Bueno yo prefiero cucas, por eso no me gustan las lineas Rosas, ni Amarillas, me encabrona el ruido que hacen las ratas cuando las fríes. Y luego huelen bien rico, y da hambre, pero ni modo que entrarles, uno viene a la chamba.
- Si, pues si.
- Tu nada más no le des la espalda al túnel y ten un chingo de cuidado con la puerta.
- ¿Con la puerta?
- Si, todos los Alfa de Bombardier se les chingan los frenos de las puertas hidráulicas, luego esas madres abren de madrazo y si estás en el paso te pueden desmadrar.
- ¡Ah!
    Tres exterminadores más se levantan y se paran cerca de la puerta, curiosamente llevan camisa blanca, corbata negra y pantalón negro. Uno de ellos es rubio. El convoy entra a la luz de la estación y los tres se persignan.
- ¡Va la Puerta! - grita Fermín -
    Las puertas se abren con un poco de dificultad nuevamente. En el anden tres hombres disparan hacia el túnel al mismo tiempo. Se meten y respiran aliviados. Los tres de las corbatas negras se convierten al pasar por la puerta y disparan cuando una cucaracha rápidamente escala por el techo y cae encima de uno de ellos. Los otros dos no tienen nada que hacer más que dispararle a su propio compañero para acabar con el enorme bicho. Entonces las puertas se cierran y el Metro empieza a moverse rítmicamente de nuevo.
- Ya ni la chingan - exclama Cristobal -
- ¿Quién? - pregunta Edahi desconcertado - ¿Los que se bajaron?
- Si, pinches Mormones Adventistas, como son un buen y ya casi no hay limosnas ahora los mandan aquí para sacar para la iglesia.
- ¿Te cae?
- Si hay un chingo y también hay unos Nuevos Cristianos que vienen cante y cante todo el camino, son cagantes.
- Jaja - Edahi se rie un poco más relajado -
- Pues ya nos toca.
    Se levantan, Cristobal le grita a Lucas: ¡Ándale cabrón! Edahi se para frente a la puerta, y mira hacía arriba, una pantalla dice que la temperatura en la superficie es de 50 grados centigrados, aire poco respirable y la próxima estación es Revolución. El convoy entra a la estación chirriando, se ven los destellos de luz al principio del túnel y Cristobal apura a Lucas cuando mira a Edahi.
- ¡Va la Puerta! - grita Fermín -
    Lucas levanta la mano para hacer una seña cuando el sonido de una ráfaga de aire suena y la puerta se abre violentamente, Edahi justo en la trayectoria no supo que le paso, su cuerpo explota como un tomate y embarra todo el convoy incluyendo a sus compañeros.
- ¡Pinche novato pendejo - dice Cristobal - le dije!
- Ah vale madre ahora ya no me va a saber la comida.
- Ni pex, a darle.
    Una cucaracha del tamaño de un cachorro va pasando justo afuera de la puerta cuando Cristobal sale de un rápido paso y la aplasta y se patina un poco.  Mira al túnel y unos ojos brillantes se reflejan, justo entre ellos dispara una ráfaga de plasma y crujen como palomitas de maíz.

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