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¿Tu qué sabes?

¿Tu qué sabes de amores desesperados?
¿Tu qué sabes de ese ácido desgarrando tu piel por las madrugadas?
¿Tu qué sabes de un alma desecha?
Tu qué sabes de mis celos con el viento,
de mis pertrechos escritos perdidos en la noche buscándote,
jamás te encontraron,
jamás te encontrarán,
serán uno a uno los clavos del ataúd de olvido donde decidí sepultarte hasta el Fin de los Días.

¿Tu qué sabes de arrancarle segundos al reloj para volver a verte?
Tu qué sabes de esa asfixia en tu lejanía,
de ese mar de olvido en el que me dejaste a morir,
del que creíste que no sobreviviría,
tú gran error,
tú último error.

Esto es sobre mis trazas aviesas,
sobre mis renglones torcidos,
sobre mis huesos rotos,
mis ilusiones torcidas,
mis deseos negados,
mis promesas olvidadas.


¿Tu qué sabes del amanecer que te prometi?
De aquel construido en el andamio del mundo que te regalé,
con los mismos tabiques de las ruinas que dejaste,
con las mismas frases que te susurre al oído adornando las paredes,
con las mismas palabras lapidantes que me convirtieron en un fantasma tanto tiempo.

Ese amanecer está ahi,
construido para ti,
pero no es para ti,
nunca lo fue en realidad,
no eras tu,
era mi invento de ti,
mi diseño perfecto armado sobre tu podredumbre,
sobre tu alma débil,
sobre tus sonrisas falsas,
sobre tus pretensiones vacías.

¿Tu qué sabes de ese amor inmortal que te jure?
¿Qué sabe un puerco del mundo que no sea el lodo?
¿Qué sabe un gusano que no arrastrarse?
¿Qué sabes de poesía tu?
¿Qué entendiste de mis letras barrocas?
Siempre estuviste ciegas a ellas,
justo frente a tus ojos narrando la leyenda de mil vidas,
justo al alcance de tu mano deletreando para ti mil formas de amarte en una explosión de estrellas infinitas,
justo en tus manos mi explicación del mundo a partir de la proporción de tu ser, mi número mágico, mi constante universal;
nada sabías tu de esto, superaba a tu limitada comprensión,
por encima de tus pequeñas expectativas había una escalera al infinito.

¿Tu qué sabes de la noche y sus criaturas?
¿Tu qué sabes de mis instintos depredadores?
¿Tu qué sabes de un amor legendario?

Nada, no sabes, no sabrás, no supiste, nunca lo harás.

Esa es tu prerrogativa,
Esa es mi condena perpetua.

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